No nos deberíamos enfadar ni
ofender por cualquier cosa que nos digan. No debemos convertirnos en una
persona a quién le afecta todo por muy simple que esto sea.
Cuando uno recibe una crítica ha
de pensar y valorar qué hay de cierto en ella y si tiene o no sentido. Después
corregir lo que consideremos. Las heridas emocionales causadas por comentarios
sin importancia deberían hacernos reflexionar antes de llorar o enfadarse. Hay
que comprender que cada uno de nosotros somos un ser distinto y por tanto
tenemos diferencias. Procuremos no torturarnos ni atormentemos por críticas
personales que recibamos. Nuestra identidad no debería ser tan dependiente de
lo que los demás dijesen sino habrá que tratar de desarrollar nuestra persona
de manera individual. Es importante aprender a aceptar las críticas.
Tampoco debemos culpabilizarnos
demasiado cuando nos equivoquemos, ni reprocharnos en exceso los errores, sino
que debemos tratar de sacar provecho de estas experiencias. Lo que ocurre a
nuestro alrededor no depende exclusivamente de nuestra persona. Hay cosas que
aparecen por nuestra influencia, otras que están afectadas en parte por lo que
hagamos y a veces se dan situaciones que no dependen en absoluto de lo que
hagamos. El sentimiento de culpa debería ser razonado y tendremos que asumir
nuestra responsabilidad únicamente de aquello que dependa de lo que hagamos. Hay
que responsabilizarse únicamente de lo que hacemos conscientemente.
Aprendamos a mirar bajo un prisma
real y objetivo lo que nos esté sucediendo y así transformar cada situación en
nuestro beneficio. Los avatares de la vida hay que procurar observarlos tal y
como son para ser capaces de transformarlos positivamente.
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