En muchas ocasiones existe una
disonancia entre la realidad y nuestro mundo emocional, ya que existen momentos
en las que nos suceden determinados acontecimientos pero los sentimientos que
presentamos reflejan inmadurez y nos distancian emocionalmente de ellos. Por
ejemplo, podemos experimentar como consecuencia de un suceso triste, o porque
interpretemos como triste una experiencia positiva. De esta manera, suceden
acontecimientos alegres que producen en nosotros emociones asociadas a experiencias
de peligro, provocando una lucha entre el amor y el odio que producirá en
nuestro interior sentimientos de felicidad, tristeza o neutros. Un suceso no es
bueno ni malo en sí mismo, sino que depende de tu punto de vista, de cómo lo
interpretes.
Por eso
a veces, presentamos inconscientemente un tipo de conductas defensivas, por
ejemplo, rechazar una actividad que sabemos racionalmente que nos beneficia por
un estado de ánimo transitorio de inmadurez emocional. En alguna ocasión todas
las personas presentan sentimientos contrapuestos (frustración y alegría
simultáneamente), sin haber ningún motivo específico aparente. En esos momentos
no tenemos claro el modo en el que enfrentarnos correctamente a las situaciones
que se nos plantean. En esos instantes vitales debemos ser lo más racionales
posibles, y no dejarnos arrastrar por sentimientos negativos. En lo más
profundo de nuestro corazón se hace necesario controlar la situación y reconducir
la manera de actuar para equilibrar nuestra vida. Hay que mantener la calma de
manera que podamos vencer, ignorar momentáneamente las amenazas y poner en
marcha nuestra creatividad para lograr reaccionar lógicamente a dichas
situaciones conflictivas. Hay que reconducir nuestra energía en comportamientos
útiles y adaptativos. Y asumir que el presente depende fundamentalmente de nosotros
y por lo tanto la esperanza depende de una lectura positiva de este presente.
Esto implica que nuestras emociones como el miedo, la ira, la alegría o la
tristeza no han de controlarnos, hemos de mantener la calma para pensar con
claridad y buscar un solución a la situación en su justa medida.